Es innegable que, en la actualidad convivimos en un escenario empresarial dominado por la necesidad de reducción de costes, aumento de la productividad e implantación de medidas innovadoras, para mantener la competitividad en el mercado. Este contexto laboral genera unas condiciones que, hace que muchas personas trabajadoras alcancen situaciones de frustración, así como altos niveles de tensión emocional, lo que tiene como consecuencia un aumento del estrés laboral y desgaste profesional, y puede comenzar el síndrome del trabajador quemado.
En este sentido, con el fin de preservar la salud física y mental de las personas trabajadoras, las empresas tienen el deber de identificar, evaluar, e implementar los métodos necesarios para corregir los elementos de riesgo presentes en su actividad laboral.
Desde luego, la adecuada gestión preventiva de los riesgos psicosociales evitará la aparición de daños de origen laboral, entre los que se encuentra, precisamente, el síndrome del trabajador quemado.
El síndrome del trabajador quemado, también conocido por su término anglosajón burnout, es la respuesta de la persona trabajadora al estrés laboral crónico, y consiste en una situación de agotamiento físico y mental, que conduce a la frustración profesional.
Cuando una persona no logra recuperarse de un periodo de estrés continuado, se siente agotada, exhausta y desbordada, como consecuencia de un proceso de desgaste, que le lleva a una pérdida lenta de su compromiso e implicación con sus tareas en la empresa. El burnout supone la desaparición de la motivación profesional, con consecuencias muy negativas para la persona trabajadora, pero también para la organización.
En definitiva, es un estado de agotamiento físico, emocional y mental que lleva a la persona trabajadora a una sensación de frustración y fracaso, y al sentimiento de no poder dar más de sí misma.
Podríamos decir que, la causa del síndrome del trabajador quemado se encuentra en la exposición, durante largos periodos de tiempo, a situaciones que afectan emocionalmente.
No cabe duda que, son muchos los factores que pueden provocar el desgaste profesional; desde las condiciones de trabajo, las relaciones interpersonales, ciertos rasgos de la personalidad, el tipo de liderazgo empresarial e incluso el contexto social y económico; pero algunos de los agentes estresores más significativos podrían ser los siguientes:
El desgaste profesional tiene un impacto relevante, tanto para la persona afectada como para la organización empresarial.
No obstante, en el plano individual, los principales efectos que nos alertarán de que podemos estar ante una situación de burnout es que la persona mostrará distintas señas de cansancio y fatiga, así como una patente pérdida de motivación en el trabajo. Además, también se producirá un descenso del rendimiento laboral, así como una incapacidad para soportar la presión.
Pero, otros detalles que apuntan a una situación de burnout son que la persona podrá sufrir un incremento de la irritabilidad, así como podrá desarrollar actitudes y respuestas negativas o frías hacia otras personas, especialmente hacia los clientes. A su vez, dichas actitudes suelen tener como consecuencia el deterioro de las relaciones de su entorno laboral que, pueden desembocar en conflictos interpersonales. Todo lo anterior, llevará a la persona a distanciarse, tanto de clientes como de los miembros de su equipo de trabajo.
Desde el 1 de enero de 2022, la OMS reconoce el síndrome del trabajador quemado como una patología de origen puramente ocupacional. Con todo, nuestro ordenamiento jurídico todavía no la incluye en el cuadro de enfermedades profesionales (RD 1299/2006), por lo que no goza de la presunción de laboralidad “iuris et de iure” que las caracteriza.
De todas formas, la jurisprudencia ha venido considerando el burnout como una enfermedad del trabajo, siempre y cuando exista una relación causal exclusiva entre la aparición de la patología y el desarrollo de la actividad laboral.
Y, determinada la contingencia profesional, cabrá después la posibilidad de que se desencadenen responsabilidades empresariales, en el caso de que, la organización no hubiera tomado las medidas adecuadas para garantizar un entorno laboral seguro.
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